martes, 29 de marzo de 2011

Microexpresión

Agachó la cabeza y se mordió el labio inferior.
A su parecer eso indicaba culpabilidad, pero no podía ni imaginar el torbellino de sentimientos que se escondía tras aquella mirada aniñada.
Ella lo quería, por muchas más razones que cualquier otra persona, se había acostumbrado a estirar las mañanas de sol en el parque y a recortar las estrellas para formar constelaciones en la noche. No se imaginaba su vida sin susurros en la azotea, sin casa en el árbol o sin sueños al atardecer, ni siquiera sabía cómo volvería a saborear un sugus si él no estaba a su lado.
Por eso estrechó su mano, siempre tan cálida:
-          Mira ¿ves? Un camino recto, sin angosturas, carente de mentiras y rebosante de paz. Tu vista no atisba el final, ¿cierto? Porque así lo he imaginado… infinito…
En ese instante él se perdió en la mirada aniñada que le hablaba con sosiego. Buscó el horizonte en aquel mar y descubrió el infinito; sonrió.
A medida que el miedo desaparecía, él estrechaba su mano con más fuerza y entonces ocurrió: acababan de dar el primer paso hacia esa eterna infinidad.

                                                     Porque no todo se reduce a micro expresiones.
                                                                       Te quiero, infinito.

                                                           
                                                                    imagen: maría souto

viernes, 18 de febrero de 2011

Chispas

Mientras espero a que termine de jugar con sus amigos, enredo mis dedos en el cabello y me entretengo pensando en que el cielo hoy está especialmente centelleante. 
Un niño de pelo alborotado se pasea por delante, con cierto aire de frescura, mientras mira a la sonrisa traviesa que le persigue y grita:
- ¡Chispas!
Y de golpe me doy cuenta de que toda la inocencia y felicidad del mundo han ido a parar a esa palabra.
Pregunto a los ojos azules que estoy cuidando si tiene un boli y su compañero de aventuras, un moflete pecoso, corre a su mochila.
Y aquí me encuentro, escribiendo sobre el trozo de alguna circular del cole y comprendiendo que todos y cada uno de los niños de este patio tienen su propia chispa.
Quizás sea que hoy de postre han tenido natillas o que en el recreo han construido una cabaña en la pinada, el caso es que la chispa está ahí, dejándose ver a cada instante, reflejándose en las sonrisas aniñadas como si fuera la verdad más simple y absoluta jamás aceptada.
El patio comienza a vaciarse...miro al cielo y lo sigo viendo centelleante; miro a mis adentros y encuentro la chispa.
Y es que a veces, en los días soleados se nos olvida buscar el centelleo del cielo y otras veces, en nuestros corazones, se nos olvida encender la chispa.
Pondré un memorándum en mi agenda: reavivar mi chispa cada amanecer.
                                                    (Que no se os olvide reavivar la vuestra)
Te quiero enano.

imagen: maría souto